09 febrero 2006

La corta felicidad de la monja

Daniela, una amiga, me invitó al matrimonio de una monja vieja. Antes de ir me llevó a su casa que no visitaba hace mucho, ya que hace tiempo no nos veíamos.

Luego del matrimonio, donde la monja -muy fea además- se casaba con una persona que nunca vi, Daniela se ofrecía a traernos a casa. En ese momento me di cuenta que mi mamá también estaba.

Parados en una esquina, mucha agua cristalina pasa debajo de un puente, pero -de un minuto a otro- todo está seco.

Al llegar a casa, nos informan que la monja murió y que debemos ir al velorio. Todos visten de verde musgo y se acuestan en unas colchonetas.