22 abril 2005

Estamos en un departamento grande, espacioso.

Desde uno de los ventanales se ve el mar que tiene un color verde profundo, pero que al levantarse las olas se vuelven café, como si llevara mucha arena.

Tengo miedo y me aferro a mi mamá. Están penando y un tipo de melena canosa, con lentes redondos se asoma por fuera de la ventana. Sé que está muerto.

Necesito ocupar un computador y entro a una pieza. Parece que es de un niño, porque tiene la cama desordenada y cubrecama con autitos. Está oscuro. En el monitor se ve que alguien está jugando, pero no hay nadie allí.

Cuando tomo el mouse para abrir word, alguien me agarra la mano. Es un niño moreno, de dos años de edad, aproximadamente. Me invita a jugar.

El niño tiene un nombre francés y me cuenta que una vez entraron a robar a su casa. Él estaba durmiendo, pero se despertó. Entonces, uno de los hombres lo ahogó con las sábanas.

Me doy cuenta de que el niño está muerto.

Lo abrazo para que no tenga miedo y le digo que lo quiero mucho. Le enseño a rezar y de esta manera le aseguro que estará más tranquilo.

Sin embargo, el niño se suelta de mis brazos y me dice que está cansado de estar despierto.

No hay comentarios.: