12 octubre 2005

El tornado, el pillán y el matón

Resultó que todos eran el mismo. Él y no la misma.
Una extraña ave llamada Pillán, cuyas plumas eran reemplazadas por largos pelos blancos y que al sacudir su cabellera se vuelven azules y naranjos, me sigue. Es un pájaro extraño y agresivo. Un verdadero Pillán.

Me arranco porque me da miedo, me muerde fuerte uno de los dedos y le pido a una persona que está cerca de mí que lo llame, para poder arrancar. Por más que intento correr, el Pillán se da cuenta y me sigue. Me persigue.

No saco nada, no puedo huir de él. Tengo que aprender a convivir. Una vez aceptado, decido instruir al pájaro hasta que aprende a leer. Entonces me deja tranquila.

Pero las cosas no terminan así de fácil. Un tornado pequeño sigue los pasos que quedan como huellas sobre la arena blanca. Sin embargo, es fácil alejarse de él: basta con caminar por unos montículos, no por el camino concreto. De esa manera, el tornado se pierde.

Miro hacia atrás y todo se tranquilizó. Ya no hay pillán ni tornado. Ahora es un chico matón que me busca, pero no me reconoce. No sé quién es, ni porqué me busca con tanta rabia. Sólo sé que viste con una polera verde con dibujo y jeans azul oscuro; es robusto, bajo y feo.

Entre tanta inquietud, Felipe y su polola pasean por la playa muy enamorados.

No hay comentarios.: