17 febrero 2006

Miles de testigos


Camino y camino, y mientras ando la gente me comenta sobre mi pololo. Dicen que está en malos pasos, que es un traficante y otras cuántas barbaridades. Ya estoy harta de escuchar esas palabras y me dispongo a verificarlo.

Me encuentro con él y le reviso su billetera. Tiene varios pitos de marihuana y unos profilácticos con relieve. No entiendo nada, pero es tanto el dolor que siento que lo encaro.

Me encuentro con su mamá, quien viene llegando con un hermoso ramo de flores que me compró. Se lo agradezco y le entrego el que tenía para ella, a diferencia que el mío está marchitándose. Entonces le digo lo que averigué y sus ojos se llenan de lágrimas. No llora y sólo me dice que nunca pensó que su hijo podía hacer algo así.

Él insiste en que no es cierto y que no hay que escuchar a los mal intencionados.

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